“Lambert; la rebelión de los Serenos”, obra escrita por Héctor Álvarez Godoy.
Interpretada por: Nicolás Yusta, Javiera Vegas, Cristopher Rodríguez, Ivannia Malebrán, Vanessa Vaccaro, Nicolás Rivera y Charly.
A cargo del diseño de iluminación estuvo Francisco Mancilla, y del diseño sonoro, Esteban Correa.
El montaje y producción estuvo a cargo del Colectivo Teatral Con-Zumo.
Lugares donde la pude ver: Centro Cultural Palace en Coquimbo y Aula Magna de la Universidad de La Serena.
La obra nos sitúa en un contexto histórico que, si bien era común a toda la población chilena existente en 1851, nos ubica específicamente en una revolucionada ciudad de La Serena.
El poderoso Charles Lambert, quien ya era un destacado empresario minero, teme que los levantamientos generados por las clases trabajadoras, poblaciones y pobres de la ciudad, puedan perjudicar “el orden” que la Constitución del 33 empezaba a lograr. Sus pretensiones de dicho orden no eran tales en los pasillos de su mansión, donde sus empleados y sirvientes, por primera vez, sienten que esas voces revolucionarias hacían eco en sus pensamientos.
“Lambert” nos traslada a través de su puesta en escena al interior de las problemáticas sociales históricas del país. Por un lado, tenemos la figura del empresario, quien no duda de sus aportes sistémicos a la construcción de una sociedad mejor, pero siempre desde la perspectiva de su lugar en esta sociedad, es decir, desde un lugar en el cual su voz y sus acciones son reconocidas en el medio político. Por otro lado, tenemos a los empleados y sirvientes del empresariado, que lejos de ser indiferentes a los beneficios recibidos por el patrón, ven desde su perspectiva que no todos sus pares pueden tener o gozar de las bondades de ser ciudadanos del mismo territorio.
Esta dualidad se presenta en la obra, destacando a dos grupos interpretativos: actores interpretando a la élite y el otro grupo a los trabajadores.
La particularidad de la puesta en escena es que la disposición en el espacio escénico es innovadora, demarcando muy bien el “dentro” y “fuera” de escena, experiencia que como espectador se disfruta desde el principio hasta el final.
La iluminación juega un rol fundamental en esto, dado que todas las acciones van acompañadas de un fondo con colores escogidos a la perfección:
En algunos momentos de intimidad, los colores desaparecen, y la luz cenital cae sobre los personajes y sus reflexiones. Este tipo de detalles hacen que la experiencia mejore en términos del buen gusto.
Considerando que hay dos relatos paralelos en la obra, la historia central es la que acompaña a las mujeres, quienes tejen desde el principio el espíritu de libertad en cada diálogo. La sutileza en la interpretación femenina contrasta con la dureza de los personajes masculinos, quienes se trasladan desde la milicia hasta los políticos y los esposos de las sirvientas con notable habilidad.
Las actuaciones son sobresalientes, dado que el director los ha puesto a prueba tanto en destreza física como en interpretación actoral. No hay momento en el cual se alejen del movimiento orgánico; bailan, cantan, marchan, gritan, lloran… todo lo que uno espera de una buena obra de teatro.
El diseño sonoro es el velo que cubre y protege a la obra, dándole la solemnidad merecida a una historia épica que combina historia real con elementos ficticios.
“Lambert; la rebelión de los Serenos” es una obra que desdibuja los límites temporales de la historia de Chile y nuestra Región, trayendo a nuestro imaginario y a nuestra memoria una narración que pareciera que escuchamos a través de varias generaciones, pero que se siente igual de fresca como la camanchaca que humedece nuestra costa serena.
Totalmente recomendada.
Por Fernando Tapia Marzal, Encargado Oficina de Gestión Cultural
Dirección de Vinculación con el Medio y Extensión, Universidad de La Serena